La historia del proyecto mexicano en Costa Rica llegó a su cierre más abrupto. La Federación Costarricense de Fútbol decidió cortar de tajo la etapa del azteca Ignacio Hierro como director deportivo, una salida que se venía cocinando desde que el país quedó fuera delMundial 2026.
La decisión llegó envuelta en un comunicado breve en el que la FCRF se limitó a informar que “ el Comité Ejecutivo… ha tomado la decisión de concluir la relación laboral con el señor Ignacio Hierro a partir del día de hoy”, agradeciendo únicamente “el trabajo desempeñado”. Nada más, nada menos.
Ruptura tras un ciclo sin logros
Hierro había aterrizado en enero pasado con la encomienda de impulsar una estructura que conectara el talento local con las exigencias del fútbol internacional. Aquella promesa estaba incluso escrita en su bienvenida oficial, donde la federación hablaba de “construir una línea clara de trabajo que potencie el talento costarricense con las exigencias del fútbol mundial”. Ese ideal nunca alcanzó forma. Los resultados, lejos de apuntalar la confianza, se convirtieron en una sucesión de golpes que terminaron por fracturar su gestión desde adentro.
La eliminación en noviembre pasado profundizó todo. La afición, los medios y hasta voces del propio entorno tico señalaron aHierro como uno de los principales responsables del colapso, especialmente por haber apostado por Miguel Herrera como seleccionador. L a aventura del Piojo duró poco y terminó en la misma ruta: despido inmediato tras la caída que dejó a la selección en el tercer lugar del grupo, por debajo de Haití -clasificado al Mundial- y de Honduras, y solo encima de Nicaragua.
La factura del fracaso mexicano
El golpe deportivo también arrastró el proyecto institucional. La federación, ya sin paciencia ni margen para reacomodos internos, cerró la puerta tanto a Herrera como a Hierro. Y con eso, dio por concluido un intento de “modelo mexicano” que nunca conectó con el ritmo del fútbol costarricense. La selección, que venía de disputar tres Mundiales consecutivos y había hecho de la estabilidad su principal capital, terminó ahora sumida en las dudas más grandes de la última década.
La salida de Ignacio Hierro abre una vacante que exigirá sensibilidad, visión y un conocimiento profundo del fútbol de Costa Rica, un requisito que la afición ya no está dispuesta a negociar. La federación sabe que, después de un fracaso tan ruidoso, la próxima decisión tendrá que ser impecable.


